De la "adolescencia" a la "madurescencia": Somos legión

El término "adolescente" hace pocas décadas que existe. Antes de las primeras décadas del siglo XX, se pasaba de la niñez a la juventud y de ahí a la edad adulta sin etapas en las que se "adolece" de algo, en la que se vive en un estadio incompleto, de persona en espera, en preparación para asumir los roles de adulto.

En 1983 la ONU definió como jóvenes a todas aquellas personas que tienen entre 15 y 24 años (adolescentes de 13 a 19 y jóvenes adultos de 20 a 24), pero es obvio que la edad como criterio es insuficiente, porque no tiene en cuenta el contexto en el que se desarrollan los individuos y si tal vez estas franjas de edad son válidas para sociedades rurales, no lo es en grandes ciudades donde la "inmadurez" podemos decir que casi se alarga hasta la vejez, estamos en estado Beta permanente, en construcción, en permanente aprendizaje.

La crisis en el empleo y las dificultades para acceder al mundo laboral han prolongado enormemente ese período llamado juventud y ha ido evolucionando hasta este momento en el que pasamos de la juventud a la senectud sin solución de continuidad y no nos sorprendemos cuando alguien afirma que fulanito ha fallecido muy joven a los setenta y pico años.

Según la "Muestra continua de Vidas Laborales" del Ministerio de Trabajo e Inmigración (en datos recogidos por J. Ignacio Conde-Ruiz y Clara I. González), la edad media de incorporación al mercado laboral se ha retrasado en España casi 10 años. Así, alrededor de los años 50 del siglo pasado estaba en los 18 años mientras que en el 2005 se sitúa alrededor de los 28 años y subiendo.


Los individuos han aumentado los años dedicados al estudio, han pospuesto decisiones como el matrimonio o la llegada del primer hijo y consecuentemente se alarga el período de "inmadurez".

Por otro lado, aunque la edad de jubilación esté fijada en los 65 años, la edad efectiva de jubilación está por debajo de la edad legal, tanto en España como en los países de la OCDE (¡increíble!) y si en 1965 la edad media de jubilación en España era de 69,4 años para los hombres y 71,9 para las mujeres, en el 2007 se ha adelantado unos ocho años (61,4 para los hombres, 63,1 para las mujeres). Y aunque sabemos que esta tendencia está cambiando, en general es cierto que las personas se incorporan más tarde al mundo laboral y se jubilan antes que hace 50 años. 

Si a todo esto le añadimos un incremento espectacular en la esperanza de vida (de +6 años entre 1960 y 2007) y una previsión de hasta el 90% de los españoles que alcanzan los 65 años, trabajamos unos 15 años menos que nuestros abuelos aunque disfrutemos de mejor estado de salud. Parece evidente que con estas cifras urge alargar también la vida laboral sino queremos tener un serio conflicto e nuestro sistema de pensiones.


Pero no se trata sólo de un problema económico o productivo. Esta nueva realidad demográfica tiene que ir acompañada de importantes cambios en cada uno de los ciclos vitales de los individuos.

Estos profundos cambios demográficos a los que se une una importante baja en la tasa de fecundidad en España, hacen que emerja un nuevo grupo demográfico, desconocido hasta hace muy poco: los madurescentes que en mucho mejores condiciones de salud y de preparación que sus antecesores a su edad, si es que pudieron alcanzarla, pueden replantearse perfectamente su realidad laboral, familiar, personal, su trayectoria vital, en fin, y superado el "tránsito", esa segunda adolescencia, iniciar un proyecto vital inaugural que esta nueva realidad permite.

El término madurescencia viene a inaugurar el protagonismo en esta primera mitad del siglo XXI de una nueva etapa vital que los manuales de psicología no recogen, en la que podemos retomar los sueños de la primera adolescencia, podemos reiniciar nuestra historia pero con experiencia acumulada, cometiendo nuevos errores y nuevos aciertos porque las reglas de juego han cambiado.

En los próximos años veremos proliferar estudios, informes y programas dedicados a este colectivo (como en su día proliferaron los estudios sobre la adolescencia) porque como sucedió con los adolescentes en las décadas de los 80/90 del siglo pasado, serán la franja de consumidores más potente y con más "futuro".

La diferencia es que ahora han cambiado valores, hábitos y tendencias y el consumidor se ha convertido en "prosumidor" que opina, habla, participa e indica a las marcas el tipo de experiencia del que quiere disfrutar.

Larga vida al Madurescente "in progress".




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