Entrevista a Nina Martí: De Geisha a Amazona para "La revolución Madurescente"


Nina Martí: De Geisha a Amazona
Tutorial de sopa de cebolla en Youtube




Nina es amiga mía desde la infancia. Durante muchos años veraneamos en el mismo pueblo, Cardedeu, en la falda del Montseny.

Como me ha sucedido con otras amigas de infancia, hemos pasado más de treinta años sin vernos y de repente, Facebook la trajo de nuevo a mi presente, primero con la consabida y típica cena de reencuentro de las amigas del veraneo o del colegio y luego, lentamente retomando, donde la dejamos, nuestra amistad hecha de complicidad y cariño y de aquello que en la infancia une para siempre: los juegos.

En el momento del reencuentro su vida acababa de dar un vuelco total. Recién divorciada, iniciaba el tortuoso camino que pasa primero por la sanación personal, y más adelante por la reinvención de la nueva Nina.

La entrevista que sigue se desarrolló en mi casa, una sofocante tarde de sábado del mes de agosto, en la única tarde libre de su actual apretada semana. Pero es también la síntesis de muchísimas horas compartidas durante estos tres últimos años.

Laura - Hablemos de “madurescencia”, Nina, de ese momento de la vida madura no precisamente de paz y tranquilidad, sino todo lo contrario, el momento de la revolución interior, el cambio...  Tú y yo nos hemos reencontrado en esa época de transformación y además a través de Facebook...

Nina - Es curioso. A lo largo de los años vas perdiendo el contacto con algunas personas. Durante mi vida de casada, hasta hace cuatro días, las relaciones eran compartidas, sacrificas ciertas relaciones tuyas particulares en aras de las compartidas con tu pareja. Hay personas que van quedando por el camino. También he dejado de ver a gente a raíz de una separación de parejas amigas que casi te obligan a tomar partido y acabas perdiéndoles la pista.
Y llega la “madurescencia” y, tú eres un caso evidente, recuperas a algunas personas que desaparecieron de tu vida. Tal como marca la moda de Facebook, yo quise recuperar a los amigos del colegio, quise recuperar la juventud perdida, por eso creo que es un síntoma de que has entrado en la crisis de la “madurescencia”. Por supuesto, no la he recuperado, he incluido dos o tres teléfonos en mi agenda a los que no llamo, pero nada más, porque si nos hemos pasado casi 40 años sin vernos con los compañeros del colegio, debe ser por algo, ¿no?. Al principio cuando entras en Facebook, los encuentras, quedas... es bonito.

L - La memoria es curiosa. Por ejemplo, cada uno de los compañeros de colegio guarda un recuerdo diferente de la misma historia y a menudo, ni siquiera compartimos para recordar las mismas historias. No coinciden las vivencias, porque cada uno de nosotros las ha reelaborado cincuenta veces.

N - Fíjate que me he reencontrado con compañeros de clase que me recordaban mucho más a mí que yo a ellos. Y eso demuestra que, por mi parte, en aquellas época, yo no prestaba demasiada atención.

L - Tú eras muy vistosa de joven.

N - Sí, yo a los 16 años era muy mona y ahora... ¡Dios Mío! ¡qué triste la evolución física!
Aunque no se trata sólo de un tema físico. Yo ahora noto alegría, ilusión por parte de los demás, al verme de nuevo, así que supongo que guardan buen recuerdo de mí, en cambio mi recuerdo de mí misma en aquellas épocas no es muy bueno, no me valoro demasiado en mi juventud.

L - Otra cosa típica de la crisis madurescente viene provocada porque no es cierto que la evolución física se produzca lentamente, se produce de golpe. Un día te miras al espejo y te dices: ... ésta, ¿quién es? ¿Recuerdas la primera vez que te miraste al espejo y no te reconociste?

N -  No creo que haya un antes y un después, primero vas madurando físicamente y luego envejeces pero es que además me reconozco sin ninguna duda, otra cosa es que me encante lo que veo. En mi caso, lo que no me gusta son los kilos de más. No me afectan las arrugas, ni las canas, en mi caso es que me veo como una bola. En mi pensamiento la evolución física que tu citas arriba si que se produce lentamente, yo no he sentido nunca que haya una parte joven y, de repente, soy mayor. No, soy la misma Nina que se va haciendo mayor. Es una progresión. Tengo arrugas, tengo canas, tengo michelines, pero soy yo.
Ya no tengo lo mismo que tenía en mi cabeza cuando era pequeña. Estoy saliendo de un proceso de cambio muy profundo e intenso que tiene que ver con mi separación después de haber celebrado las bodas de plata de mi matrimonio. Esto es realmente revolucionario. 

No recuerdo con excesiva bondad a la persona que fui, prefiero a la persona que soy ahora. No me gustaba mi carácter, ni mi falta de reflexión, el dejarme guiar por impulsos. Era muy buena en el trabajo, muy seria, muy responsable, pero como persona soy mejor ahora.

Como madre  hice lo que pude, hasta en eso se nota la madurez. Mis hijos se llevan seis años y si el primero supuso para mí un continuo ataque de nervios, disfruté mucho la crianza de mi hija, porque estaba más serena.

L - ¿Tu separación coincidió con la menopausia?

N - Sí, pero creo que no afectó para nada. La menopausia tal vez me ha vuelto un poco más llorona, un poco más emotiva.

L - Es curioso, en mi caso sucede al revés, creo que me he secado, yo era muy llorona de joven y ahora sólo lloro con las películas sentimentales de la tele, vaya, emociones superficiales...

N - Yo era una llorona superficial, pero ahora me emociono mucho. Creo que tengo algo más de dulzura. No sé si me engaño a mí misma.

L - Otro momento importante al analizar cuando comienza la crisis de la “madurescencia” suele tener que ver con la muerte de tus padres. Suele coincidir o la provoca, porque tus padres fallecen alrededor de tus 50 años.

N - Yo no tuve mucha sensación de orfandad porque mi madre pasó 5 años después de un ictus que la dejó hecha una pena y era una persona joven, tenía 60 años.

L - Fíjate que decimos que una persona es joven a los 60 años, cómo ha cambiado la visión de “anciano”, “tercera edad”, “viejo”...

N - Sí, y más ahora que yo trabajo con ancianos de verdad, de más de 80 años. Mi madre no se hizo mayor, ahora me doy cuenta de que no era una “vieja”, no lo era. Al haber sufrido el ictus y haber quedado tan limitada, cuando murió sentimos una liberación, porque esa enfermedad sí que me destrozó a mí psicológicamente. 

Y luego, mi padre, que falleció tres meses después. La muerte de mi padre sí que me disgustó mucho, porque en mi familia pensamos: Vamos a disfrutarlo ahora que ha muerto mamá y no tiene que ocuparse de ella. No pudimos disfrutarlo.

Pero en el fondo, tal como estamos ahora, “con la que está cayendo” tal como dicen, pienso que una suerte que no estén...

L - Ahora nuestros padres lo pasarían muy mal. Lo digo a menudo: Menos mal que mi padre no tiene que ver esto, o que mi madre no tiene que pasar por esto otro. En el fondo nuestros padres vivieron una época de permanente ascenso, de ir a más y yo creo que hubieran vivido fatal una recesión en su vejez. Nosotras ya lo llevamos mal..., ¡imagínate ellos!

N - Tuvieron una jubilación holgada, sin ninguna carencia. Ahora sufriríamos por ellos. Si mi padre estuviera vivo tendría la edad de una de las mujeres que cuido: 90 años y, claro, no sé en qué condiciones hubiera llegado, ni físicas, ni económicas.

Mi madre se fue antes de lo que le tocaba. Las madres de mis amigas están cumpliendo ahora 80 años y hoy en día están todas enteras, están bien de salud más o menos. A mí todavía pensar en eso me da rabia. A mi madre le tocaría estar aquí y estar bien.

L - El ver a las madres de tus amigas tan estupendas a los 80, ¿no te hace sospechar que a nosotras nos quedan muchos años por delante de vida activa?

N - Pues sí, por lo menos nos quedan, si hay suerte, 30 años más. Eso nos diferencia en cuanto a nuestra planificación vital de nuestras madres una barbaridad.

L - Cuando mi madre tenía mi edad, ya hablaba de jubilación.

N - Y te digo más, mi abuela, la “yaya”, que tú conociste bien, enviudó a los 50 años, o sea, más joven de lo que soy yo ahora y no tuvo la más mínima duda: se fue a vivir a casa de su hija, mi madre, se vistió de negro y se quedó allí a cuidar a sus nietos. Realmente han cambiado las cosas, pero no sé cómo, en qué condiciones llegaremos tú y yo a los 80, si llegamos. Será diferente que mi abuela, seguro.

L - Lo que está claro es que, directa o indirectamente, tú y yo vamos a vivir de eso. Somos una generación numerosísima, con buena salud, en general, gracias a la alimentación que hemos tenido y a los avances de la medicina y, es que es una incógnita en este momento, cómo será la vida de un octogenario saludable, hasta ahora nos moríamos antes, ahora tenemos la primera generación masiva de octogenarios con buena salud, habrá que ver cuáles serán nuestras necesidades y requerimientos y nuestra capacidad adquisitiva.

N - Tendremos que aportar riqueza y es nuestra obligación transmitir nuestra experiencia.

L - ¿Los jóvenes dejarán de estar de moda? La segunda mitad del siglo XX fue de los jóvenes. Pero en el siglo XXI, serán valorados por escasos, porque este siglo es el siglo de los mayores, seremos, somos, cada vez más.

N - Me gusta la idea de volver a valorar la voz de la experiencia, del jefe de la tribu. Claro que en épocas pasadas también tenía que ver con la escasez, pocos llegaban a la vejez, no sé que pueda pasar cuando seamos mayoría.
Porque las octogenarias de ahora, las de la generación de nuestras madres, tienen poca vida activa, poca vida social productiva, pero a nosotras nos va a tocar trabajar hasta la vejez.

L -  Ya empieza a haber mujeres y hombres muy mayores y muy activos, ¡mira los yayoflautas!

N - La persona a la que cuido me decía el otro día: Ésta es una señora mayor, tiene más de 50 años, y yo le contesté: ¡Toma, como yo! y ella me respondió: No, ¡usted es diferente, porque usted “hace cosas”!. Esto dicho por una mujer de 90 años es significativo de que algo está cambiando. Mira cómo lo nota, lo intuye: Usted es diferente.

L - Algo está cambiando. En mi colegio, yo fui a un colegio de monjas al que sólo íbamos niñas, debimos ir a la Universidad una cuarta parte de mi clase. Esto ha cambiado radicalmente en una generación. La Universidad es mayoritariamente femenina. Todo lo que tiene que ver con la incorporación de la mujer a la sociedad activa, ha sufrido un vuelco en poquísimos años.

N - Está claro. Y no hay vuelta atrás. Y es una de las cosas que está afectando socialmente, está cambiando las costumbres.

L - El paro en EEUU está afectando más a los hombres que a las mujeres. Las mujeres no hacemos ascos a trabajos a tiempo parcial o que tienen poco o nada que ver con nuestra especialidad profesional, no nos engañemos.

Pasando a otro tema, Nina, ¿piensas en la muerte?

N - ¿En la mía? No demasiado. Por una parte no quiero pensar, no me toca, por estadística. Lo que si pienso es que no me gustaría pasar una larga enfermedad. Pienso más en el dolor que en la muerte. Tienes más conciencia de que el cuerpo es mortal, eso sí: la piel no es la misma de hace veinte años, ni la vista, el oído..., no sigo.

L  - ¿Existe un momento bisagra en tu vida, un punto de inflexión?

N - Estoy en mi momento bisagra. Por dos motivos: mi divorcio y la crisis económica. Se han dado a la vez y han precipitado el cambio, la revolución personal.

L - En tu caso, Nina, me interesa mucho saber cómo decidiste cambiar de mundo, de “oficio”. Durante muchos años te has movido alrededor de un despacho, como secretaria o como administrativa, ¿por qué decidiste es te cambio a lo asistencial?

N - No lo sé. Los acontecimientos me fueron llevarlo hacia allí casi sin notarlo. Desde que me separé, le daba vueltas a estudiar sobre el Alzheimer, el envejecimiento, las personas mayores. Siento la necesidad de ayudar, de cuidar, de humanizarme. No hay un acontecimiento, una luz, una revelación, pero hay “algo” que me va conduciendo hacia allí. 

En un margen de tres años he intentado repetidamente hasta conseguirlo, formarme en estos temas. En el primer intento, no quedaban plazas, o no me admitieron. Aplacé la decisión, pero volví a la carga en cuanto tuve la oportunidad.

Bienvenida sea la formación siempre, aunque no te consiga trabajo inmediatamente, no hay que dejar nunca de formarse porque es la llave de la ocupación.

Seguramente seguí mi intuición... supe que tenía que ir hacia allí, estudiar eso.

Me cuesta muchísimo menos que antes estudiar. Es más intenso, lo disfrutas mucho más, le tienes que dedicar muchas más horas, pero todo tu ser se abre al nuevo conocimiento, cosa que los quince años es materialmente imposible.

Además crece tu aprecio por ti misma, por ser capaz de ese esfuerzo, es enriquecedor, es positivo, es fundamental no dejar de estudiar.

L - Y si hablamos de aprendizaje, Internet lo ha revolucionado todo. El acceso a la información no tiene nada que ver con el que teníamos a los 18 años.

N - Mira que tontería: Quería hacer una sopa de cebolla y mi primer pensamiento fue buscar un tutorial en YouTube. Paso a paso... la sopa de cebolla... una maravilla.

L - ¿Cuál es tu relación con las redes sociales, han cambiado tu vida?

N - La vida no creo que me la hayan cambiado, pero me la enriquece, me aportan conocimiento e intensidad de relaciones.

Ayer, paseando por Barcelona comuniqué a “no se sabe quién”, qué estaba haciendo y dónde, tres o cuatro veces a través de Foursquare. La verdad es que cuando lo hago pienso en personas concretas pero en realidad lo compartes con el mundo: “Que sepan que estoy en la plaça del Diamant en las fiestas de Gracia.” ¡Me encanta!

Me reafirma, me da protagonismo, en el fondo te lo dices a ti misma, que no estás aburrida en casa, estás disfrutando de tu ciudad.

Me confunde y me extraña que algunos seamos tan partidarios de compartir en las redes sociales y en otros provoque un rechazo tan radical. Es un miedo irracional a lo desconocido de muchos miembros de nuestra generación y de generaciones más jóvenes, no es una cuestión de edad.

Hay que respetar a todo el mundo, pero no saben lo que se pierden. Además esta gente que despotrica de Internet es a la que le encanta mirar y cotillear en Facebook.

L - Esto que ahora es un juego en el que con más o menos intensidad estamos entrando todos, será en breve una forma imprescindible de relacionarse. Necesitaremos para nuestro desarrollo profesional y personal ese espacio en el que no hay ni distancias ni tiempos.

N - Yo ya soy una “colona” digital. Me encanta. Y cada día más forma parte de mi vida cotidiana.

L - Hay maneras muy diferentes de utilizar las redes sociales entre generaciones. Parece que la nuestra la utiliza de una forma más reflexiva: una frase célebre, un artículo del periódico, un post de un blog interesante. Parece que los jóvenes “hablan” más, se relacionan más.

L - ¿cómo te ves a ti misma dentro de cinco años, hacia los 60?

N - ¡Uf, es que son “los 60”! En todo caso es cómo me gustaría verme. Me gustaría a los 60 tener consolidada y estable mi posición profesional (¡qué curioso empezar pasados los 50) Ahora estoy en crisis. Me veo dedicándome a lo que ahora me dedico, a la asistencia a personas mayores, de forma más reposada, más profesional, menos de “aprendiz” y con más tiempo para mí.

Me veo más organizando el trabajo de otros que cuidando directamente a personas mayores. Creo que la profesión que he elegido tiene mucho futuro.Lo que ocurre es que ahora estoy probándome a mí misma, todavía estoy aprendiendo. No podremos dejar de aprender, es el signo de los tiempos. Me doy un plazo de un año para dar el salto a la gestión, pero primero tengo que despejar todas mis incertidumbres, sobre todo las económicas, necesito algo de capital para dar ese salto.

No me importa emigrar si es necesario. En eso sí que he cambiado, antes no me hubiera movido de mi comarca y ahora... En eso influye mucho que ahora somos “singles”, no tenemos ataduras.

L - ¿Te ves de nuevo con pareja dentro de cinco años?

N - Ni en broma. Tajante. Ni en broma. He estado en pareja muchos años, más años que sin, ahora toca otra cosa. En mi caso, no sé por qué, es lo que el cuerpo me pide. Ni en broma en pareja.

Y si pienso en la relación con mis hijos, ya son lo suficientemente mayores como para que no dependa de mí, sino de ellos. Depende de ellos dónde decidan residir, o de las parejas que tengan. Lo que está claro es que en un futuro la relación con mis hijos no será como la que yo tuve con mis padres. Espero que sea una buena relación y sobre todo que no me necesiten.

Mi lema, mi objetivo es hoy por hoy: “No quiero ser una amargada” Superar la madurescencia es dejar de mirar atrás y construir, construir. Nos quedan muchos años por vivir y no pueden ser malos. Abierta a todo, sobre todo. 

Barcelona, 18 de agosto de 2012

Comentarios

Entradas populares