Aprendizaje madurescente y memoria

Imagen: Railastur

Entre los carriles de las vías del tren, crecen flores suicidas. Ramón Gómez de la Serna

(Escrito en el tren de vuelta el 22/05/2015)


Metacognición.


Me gusta viajar en el AVE. Y esta mañana a las 6:20 h, más dormida que despierta, he partido hacia Madrid. Y lo del sueño no es baladí. El estrés que me ha provocado el madrugón ha hecho que olvide en casa mis recién estrenadas gafas progresivas y me condene, de esta manera, a mirar el paisaje en lugar de trabajar desde mi smartphone en el que sólo veía manchones indefinidos.

Tampoco he podido dormir durante el viaje porque el grupo que viajaba a mi lado ha estado elaborando la estrategia de intervención de la Delegación de Cataluña en la reunión anual de su empresa en Madrid. Además de indiscretos, ruidosos, y he podido conocer de primera mano, mejor dicho, de primer grito, sus opiniones sobre los jefes nacionales, sobre sus colegas de otras delegaciones, sobre sus empresas competidoras y hasta he sabido qué votarán el próximo domingo. ¡Cosas del AVE...! Pareciera que uno es más importante cuanto más y más alto habla.

Así que me he dedicado a la vida contemplativa y he sido testigo de una espectacular salida de sol en un cielo completamente azul, el paso de un paisaje plagado de huertas a uno desértico, he comprobado que la primavera ha alcanzado todo su esplendor en forma de campos cuajados de miles de amapolas, y apenas vislumbrado la tristeza de las estaciones de tren en las que no para el AVE.

Lo más curioso del viaje ha sido tener que recurrir de nuevo, después de un montón de tiempo, a la memoria para repasar mentalmente tres o cuatro veces al menos la charla que me ha llevado a Madrid en la que hablo de innovación en la formación y el aprendizaje en la empresa.

Al llegar al lugar donde se desarrollaba el Congreso no las tenía todas conmigo: acostumbro a repasar mis intervenciones marcando el avance y el cambio de tema en sintonía con el cambio de "slide", pero hoy este recurso era inviable: en mi smartphone una macha grisácea me impedía que viera con nitidez de qué iba cada diapositiva, cada imagen, cada texto.

Pero, ¡oh, sorpresa!, mi intervención de hoy me ha parecido más estructurada que nunca y de hecho así me lo han manifestado alguno de los asistentes: ¡Qué bien hilado el discurso!¡Cómo pasas de un concepto a otro! Y hablaban de mí (!?) que me gusta dejar volar mi imaginación para adaptarme al máximo a lo que me comunica el grupo que tengo delante...

Pasado por el tamiz de la memoria el discurso se ordenaba y parecía que tenía las ideas más claras que nunca, ¡sorprendente!

No por ello he perdido espontaneidad. Antes al contrario, los refuerzos mnemotécnicos me han dado una seguridad tal, que me he permitido el lujo de salir y entrar del hilo conductor con más libertad que otras veces en las que la sucesión de diapositivas era, en realidad, quien marcaba el ritmo  y no el libre discurrir del pensamiento.

¿Se debe a que fue mi manera habitual de aprender cuando niña? O ¿realmente la memoria es todavía un recurso valioso en la era de Google? ¿A qué se debe ese continuo desprestigio de la memoria como recurso de aprendizaje?

En mi intento de estar a la última tecnológicamente hablando, había abandonado por completo el ejercicio de la memoria y descubro ahora (hélas!), que sigue siendo un potente recurso para ordenar el pensamiento. La memoria ha marcado la narrativa del discurso, el hilo conductor, la lógica interna y el tránsito natural de un concepto a otro.

                           

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